Por Natacha Kaplún
La obra plástica de Diana Randazzo presentada en el Centro Cultural Rivadavia despliega mediante la utilización de técnicas mixtas (impresiones digitales, materiales trasparentes y pintura) un discurso en el que confluyen distintos centros de interés.
La articulación del trabajo artesanal con lo tecnológico es una de las pautas que rigen la producción de la artista, quién propone la representación de lo íntimo y personal como desnudo interno. No es casual que en estas obras “con referencia autobiográfica...” (tal el título de la exposición) los fluidos corporales sean aludidos. Al hablar de los fluidos se establece una relación de vulnerabilidad del ser humano, con sus dolores y padecimientos. Todo lo que sale del cuerpo trastorna y atemoriza porque representa la pérdida de algo que pertenece al ser. Los fluidos como la sangre, el semen, la orina y las lágrimas afectan su simbolismo especialmente delicado en los márgenes. El cuerpo entendido como territorio aparece en las obras a modo de representaciones cartográficas. En “Línea erótica I” y “Línea erótica II”, las incisiones que surcan el plano y las tenues protuberancias y depresiones ejecutan un mapa en relieve de la sensualidad. La artista, como autobiógrafa, sabiendo el precio que debe pagar por descubrirse públicamente, elige, entre todas las secreciones, las lágrimas por ser las más “lícitas”. Pero lo femenino encuentra su voz en la alianza con la madre y su leche, su cuerpo, su lenguaje rítmico, se representa también en las blancas superficies y en la fluidez y descentramiento de las imágenes.